LOS F16 SON UN RIESGO PARA LA PAZ Y UN LLAMADO A LA REFLEXIÓN LATINOAMERICANA SOBRE LA DEFENSA ARMADA

Con preocupación observamos la irreflexiva compra de 18 aviones F16 para las Fuerzas Armadas de Chile. Una vez más el camino de la amenaza y del armamentismo se impone por sobre la cordura y la necesidad social, dañando severamente el proyecto de integración latinoamericana.

Esta adquisición, además de establecer un desequilibrio negativo a favor a de la armas, representa la prosecución de una política militarista promovida por aquellos grupos violentos que manipulan el poder para generar ganancias a costa de la vida humana, propiciando la guerra y muerte entre los pueblos.

La compra de este armamento no se justifica por los conflictos limítrofes de Chile, sino que representa otro peldaño más en la imposición por la fuerza de una visión inmoral, violentista y unilateral. Opuestamente, sostenemos que los conflictos internacionales se resuelven en el diálogo directo o en tribunales internacionales, fortaleciendo la amistad y las relaciones de cooperación entre los pueblos vecinos.



En ese sentido, los humanistas denunciamos que en el actual contexto mundial toda inversión en defensa armada, no sólo eterniza la corrupción en los altos mandos militares, sino que además profundiza la carrera armamentista y fomenta el riesgo nuclear, agravando los riesgos de guerra y agresión; hecho que además de acentuar las desigualdades económicas y enfrentar a los pueblos, contribuye a degradar nuestro equilibrio ecológico y corroe los valores humanos más esenciales.

Exhortamos a la Presidenta Bachelet, quien ha adherido a la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia, que de una clara señal desde su gobierno y que modifique aquella ley que otorga un porcentaje del canon del cobre a las FFAA para la compra de armamento. En el caso del Perú advertimos y solicitamos al gobierno que no caiga en la provocación armamentista, que cese en sus intenciones de compra de armamentos y no siga el mal ejemplo de Chile en esta materia. Por lo anterior, elevamos nuestras voces para que los países de la región generen una seria reflexión sobre la redefinición del rol de las fuerzas armadas, la reducción progresiva y proporcional del armamento convencional, la firma de tratados de no agresión, así como la renuncia constitucional de los gobiernos Latinoamericanos a utilizar la guerra como medio para resolver conflictos.

Con preocupación y energía, exigimos al gobierno de Chile, que revise y revierta esta compra de aviones y hacemos un llamado a todos los gobiernos progresistas de la región para que destinen esos enormes recursos de armas hacia la protección de la vida, la hermandad y el desarrollo de los pueblos. ¿Hasta cuando vamos a permitir que en nombre del falso nacionalismo las castas militares corruptas, a través de la prensa sensacionalista e irresponsable, azucen el ánimo colectivo de las naciones y mantengan de rehenes a los gobiernos y los pueblos?

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EL HUMANISMO UNIVERSALISTA, EL CUARTO PODER Y LA MARCHA MUNDIAL POR LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA




EL HUMANISMO UNIVERSALISTA COMO RESPUESTA A LA CRISIS DE VIOLENCIA

El interés central del Humanismo Universalista es la superación del dolor y el sufrimiento. En especial, el originado por la violencia personal y social. La esencia de la violencia consiste en que, para satisfacer sus deseos, haciendo uso de la fuerza, unos imponen sus intenciones a otros, yendo en contra del modo en que hubieran querido ser tratados. Guerras, deudas externas, explotación, corrupción, terrorismo, discriminación, fanatismo, manipulación, seducción, sirven para oprimir y lograr que el otro resigne o someta su propia voluntad. En el acto violento, el otro se vuelve un simple objeto de mi intención. Pero al intentar cosificarlo, me deshumanizo.

La violencia no ha cesado en la historia y ahora estalla en inédita amenaza global. El planeta no aguanta más, el ser humano tampoco. Y como no encuentra una verdadera salida, se evade con el exceso de trabajo, deporte, sexo, fármacos, droga o alcohol. El diagnóstico final: ansiedad, depresión, pánico, conducta alterada, tensión, estrés y somatización en úlceras, cardiopatías y cánceres. Todos estos males revelan la ausencia de un sentido profundo de vida, de una aspiración mayor y de una utopía personal y socialmente practicable.


Las propuestas tradicionales materialistas o economicistas no han podido resolver una crisis de la que son parte. Ni la dictadura del partido, ni la del mercado, son buenas soluciones. Ambas postergan al ser humano. Si bien es cierto que el capitalismo ha logrado producir una enorme cantidad de riqueza, también lo es que no ha logrado una adecuada distribución de ella. La extrema concentración del dinero y de los medios de producción e información instaura una situación de injusticia originaria, de por sí violenta, en la que se potencian todas las formas de agresión.

¿Qué hacer? El sentido común nos dice que no es bueno continuar por el camino que lleva al despeñadero. El riesgo del holocausto nuclear nunca dejó de estar presente y ahora se reactiva, formando parte de la nueva estrategia preventiva de las superpotencias. El calentamiento global sigue su marcha, alterando climas, provocando catástrofes, derritiendo los cascos polares y los glaciares. La competencia por los recursos naturales es feroz y ellos se explotan sin plena responsabilidad ambiental y humana. La contaminación, la delincuencia y la corrupción son fenómenos universales. Los ciudadanos carecen de verdadera representatividad y poder de decisión. Y el choque de las culturas y civilizaciones es la imagen de futuro que orienta una política basada en una estrategia de guerra militar, económica y psicosocial. Tampoco ha cesado la carrera armamentista convencional, en la que se empeñan absurdamente las naciones, dilapidando recursos que podrían ayudar a resolver buena parte de la crisis acabada de describir en algunos de sus rasgos centrales.

¿Quién puede cambiar todo esto? La historia nos enseña que los pueblos bien orientados - si es que se lo proponen - producen los grandes cambios, especialmente si estos resultan vitales para su sobrevivencia. Los humanistas universalistas[1] pensamos que estamos en un momento así y que la crisis, no por dolorosa, deja de ser un desafío y una oportunidad.

Este nuevo humanismo, es reflexivo, coherente y activo. Es una actitud a favor de la vida que pone por delante al ser humano, reconociendo su igualdad y diversidad, desarrollando su conocimiento, afirmando su libertad y repudiando todo tipo de violencia que se ejerza contra él (física, económica, política, racial, religiosa, sicológica o sexual). Se trata de una sensibilidad y una reflexión que puede ser compartida por cualquier persona, independientemente de su ideología o cultura, de ahí lo de humanismo universalista.

En esta visión del mundo, la violencia se percibe como un sistema psicosocial. A la violencia física manifiesta, le corresponde una violencia latente, interior, en la que el miedo, la venganza o la ambición traicionan los más profundos valores. En este nihilismo, los fines materiales, también vinculados entre sí, se imponen por cualquier medio, “legitimándose” después, bajo forma de norma y hábito, como violencia institucionalizada. Para difundir y profundizar el humanismo universalista hemos formado el Movimiento Humanista, que es una red internacional de voluntarios que trabajan en forma no violenta por el desarrollo personal para la transformación social.

Hoy, en un mundo acelerado, interconectado y en crisis, el cambio requiere de la convergencia mundial de una gran cantidad de fuerzas: no importa de dónde venimos, sino adónde vamos, en una perspectiva de reconciliación y reciprocidad (ésta última, dicho sea de paso, muy presente en nuestra cultura andina). En un terremoto no nos importa si el vecino es de derecha o izquierda, ateo o creyente, todos tenemos que ayudarnos para salvarnos. Y esa es la respuesta conjunta que demanda la situación de amenaza física y espiritual en la que se encuentra el mundo hoy.


EL ROL DEL CUARTO PODER

Se necesita la colaboración de todos y muy especialmente la de los periodistas. Ellos difunden las noticias, definen la agenda social, influyen en la opinión pública y en la configuración de la sensibilidad generacional. Si ellos no informan sobre los temas cruciales, la opinión pública se vuelve superficial, anecdótica, farandulera. Si no crean espacios de discusión para que los expertos intercambien sus ideas y propongan soluciones a los problemas de la gente, no elevan el nivel de la conciencia colectiva, ni traducen la voluntad de la mayoría social y las nuevas generaciones.
Pero los periodistas no se encuentran actualmente en situación de libertad plena. El ejercicio libre de la profesión se obstaculiza cuando el poder público o privado cierra las radios que difunden opiniones contrarias a las oficiales. O cuando persigue o expulsa a los periodistas que denuncian hechos de contaminación y corrupción o critican abiertamente al sistema o a los gobiernos que lo perpetúan.

La televisión, aparte de promover la violencia, el consumismo y los antivalores, carece del necesario pluralismo ideológico en los espacios de opinión. Aparecer en los medios de comunicación exige mucho dinero y solamente aquel que dispone de un capital importante puede colocar sus contenidos e imágenes.

El sistema trabaja presionando al periodista con pésimos ingresos y escasez de trabajo, al igual que con cualquier otro trabajador. Entonces, el periodista va a estar a la orden de la empresa para la que trabaja o de cualquier cliente que quiera pagar por su silencio o por la expresión interesada de su mensaje.

Los indicadores negativos mencionados (exceso de violencia, consumismo publicitario, silenciamiento de temas cruciales, monopolio ideológico, censura al periodismo independiente, bajos ingresos, escasez de puestos de calidad, compra de mensajes y conciencias) muestran que en el periodismo (así como en otras profesiones) la represión y la corrupción también están presentes.

No se trata de acusar a nadie, sino de comprender los motivos de la acción en un sistema que no deja muchas salidas por estar en gran parte sometido a la dictadura del dinero. No obstante, el periodismo de investigación ha seguido avanzando y ha permitido denunciar el crimen político, económico, ecológico, cultural y moral en el Perú. Es de admirar que, aun en este medio adverso, existan periodistas honestos que también han sido y son víctimas de la violencia.

Necesitamos urgentemente un periodismo que esté a la altura de los tiempos. Tal vez se requiera un cambio de mirada radical que conecte con el sentido original y más noble de una profesión tan cercana a la tragedia cotidiana y tan esencial para la liberación. Hay huellas ejemplares que es necesario retomar y seguir. Y hay anhelos colectivos con los que es imperativo sintonizar.

El lector, el radio escucha, el televidente, exigen una adecuada selección y tratamiento de los temas que les sean vitales; quieren descripciones objetivas de los hechos; necesitan pluralismo en los análisis; anhelan precisión, concisión, sencillez y amenidad en el lenguaje; desean color y gracia en los formatos y la gráfica; claman por un sentido optimista de futuro; y valoran un estilo equilibrado entre la crítica y la propuesta, entre la información y el análisis.


LA MARCHA MUNDIAL POR LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA

En este contexto, el manto de los derechos humanos deviene fundamental y la consideración del Humanismo Universalista puede ser una buena ayuda para producir el cambio de mirada. Hoy el periodista no debe conformarse solo con captar la noticia, sino también debe aprender a construirla con sentido humano y creativo. Los hechos sociales no son naturales, son intencionales. Y esta concepción fundamenta la práctica de un periodismo que, reconociendo que es un cuarto poder, que es una fuerza fundamental del desarrollo, se compromete, no solo con la denuncia de la violencia, sino con la ampliación de la vida, la libertad y la felicidad del ser humano.

En este sentido, la Marcha Mundial por la Paz y la No-violencia[2] es una excelente oportunidad. Es una respuesta ciudadana a la necesidad histórica de aproximar la paz y superar la violencia. Puede ser el detonador de un salto evolutivo en humanidad. Es un primer gran paso para que la violencia provoque nauseas. Hasta ahora se ha postergado al ser humano en nombre del poder, del dinero, de la raza, de la revolución, del partido, de la religión. Sobre todo, se lo ha sometido al maltrato cotidiano, contaminando de violencia su ambiente físico, psíquico y cultural. Es el momento de rescatarlo.

La Marcha Mundial por la Paz y la No-violencia canaliza la energía social para la superación de una crisis de la que solo saldremos juntos. Para facilitar la labor periodística se ha creado Pressenza[3], una agencia de noticias y una red de periodistas que servirá para informar sobre el desarrollo de la MM. Para finalizar esta conferencia veamos un video sobre la MM, a la que los invito cordialmente a sumarse. Lo hago como persona, como humanista y porque creo que este es un buen momento para elegir y compartir un camino distinto.

Nada más, muchas gracias.


Huancayo, 7 de marzo de 2009





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Conferencia realizada ante el Colegio de Periodistas de Junín-Huancavelica, Perú, el día sábado 7 de marzo de 2009
[1] No confundir con el Movimiento Partido Humanista Peruano liderado por el señor Yehude Simon en el Perú.
[2] http://www.marchamundialperu.org/
[3] http://www.pressenza.org/

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ARMAS NUCLEARES: ¿PARA QUE?


La opinión pública parece que hubiera olvidado que las armas nucleares existen y siguen siendo la amenaza principal para la supervivencia de la especie. El tema no aparece en las primeras páginas de la prensa, ni en las entrevistas radiales o los noticieros de la televisión. Como la oferta informativa determina la demanda de noticias, los lectores, radioescuchas y televidentes tampoco encuentran de interés informarse sobre las bombas atómicas. A decir verdad, pareciera que fueran un asunto del pasado, sin mayor importancia para la vida actual.

Si un niño nos preguntara sobre el sentido de contar con armas de destrucción masiva que matan a otros niños, que pueden destruir varias veces el planeta y cuestan tanto que se podría dar agua y luz por una década a todos los pobres del mundo, sería muy difícil encontrar una buena respuesta. Pero si el niño además supiera que ahora (con el extraordinario desarrollo tecnológico) una bomba diez veces más poderosa que la de Hiroshima cabe en un maletín, que la tecnología de producción se esta simplificando, que es alta la probabilidad de que sea comprada o robada por terroristas y que ya algunos jefes de Estado están tentados de usarlas en forma “preventiva”, entonces quedaría absorto y en silencio por un buen rato.


El niño no podría imaginar que ese maletín detonado en su vecindario destruiría todo asomo de vida en su distrito. Y que la población de todos los distritos aledaños quedaría expuesta a radiaciones cancerígenas, sufriría quemaduras y daños genéticos irreversibles que afectarían a todos los niños de las siguientes generaciones. Menos podría imaginar que, además de estos horrores, una guerra nuclear arrasaría los campos de cultivos dejando a los sobrevivientes expuestos a la hambruna. Y ni siquiera se le ocurriría pensar que los gravísimos problemas ambientales que ahora se sufren, como el calentamiento global, la alteración del clima, la muerte de los glaciares o la contaminación, pudieran alcanzar cotas irreversibles y letales.



¿Qué le tendríamos que decir entonces? Que las armas nucleares son la última expresión del garrote, la porra y el hacha. Que son la cúspide evolutiva después de la pólvora, la dinamita y la nitroglicerina. Que es un desarrollo natural que sigue a la pistola, la escopeta y la bazuca. Y si el niño, con testarudez e ingenuidad, nos preguntara: “¿y todo eso para qué?” Bueno, le tendríamos que decir, para que los poderosos inspiren miedo y conserven su dominio; para que aniquilen mejor y más rápido a sus enemigos; para que puedan acceder a los recursos estratégicos cuando los necesiten; para que su industria de guerra sea cada vez más perfecta, rentable y poderosa.



El niño podría preguntar una vez más: “¿O sea que siempre los países estarán en guerra?”. Bueno, responderíamos, eso es lo que habitualmente se cree, que la violencia forma parte de la naturaleza humana y que la guerra es tan natural como comer o dormir. Y el pequeño podría replicar: “¿Entonces, jamás habrá paz por algo que está sólo en la cabeza de los hombres? ¿Acaso el ser humano no puede cambiar lo que piensa? ¿No es que hasta los mismos animales se ayudan entre ellos? ¿No convivimos en paz con nuestros vecinos? Yo me puedo pelear con mis amigos, pero no los quiero destruir porque entonces me quedo solo y no tendría con quien jugar nunca más.”



Tienes razón, hijo, te quedarías solo. Pero, además, ¿a ti te gustaría que te maten? “Solamente de juego, pero no de verdad, porque mis amigos me quieren y yo quiero a mis amigos”. Bueno, igual tendría que ser con los gobiernos y los países. Se pueden poner de acuerdo para crear la cultura de la paz y la no violencia. Después de todo, lo que el ser humano se ha propuesto en la historia lo ha terminado por conseguir. No podía volar y voló. Quiso ir al fondo del mar y creó submarinos y equipos de buceo. Ahora ya viaja a la luna. Y, dentro de poco, llegará a las estrellas… Y así, un día, las bombas atómicas serán solo un mal recuerdo.

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¿EL FIN DE LA RAZA HUMANA? LA PROBABILIDAD DEL DESASTRE NUCLEAR

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EL DILEMA DE EINSTEIN

Hoy el ser humano parece mirar el universo con la secreta esperanza de ser albergado por el infinito. El mar, el aire, los planetas, las galaxias aparecen en el horizonte como probables destinos migratorios de la especie, ante la probabilidad que la tierra no la albergue más. Voces enteradas nos advierten que ahora nos enfrentamos a una amenaza más grave aún que la del calentamiento global. Algo que pone en riesgo la existencia misma del planeta, esa casa común de todos los pueblos y culturas, sin la cual es inútil hablar de desarrollo, economía, ecología o diversidad. Se trata nada menos que de la reactivación de la carrera armamentista, incluyendo el uso del arsenal nuclear. Noam Chomsky, en los primeros capítulos de su libro Estados Fallidos, nos recuerda que hace más de cincuenta años Bertrand Russell y Albert Einstein nos ponían ante la ineludible y definitiva alternativa de renunciar a la guerra o ponerle fin a la raza humana. La encrucijada no solo no se ha resuelto, sino se ha agravado. Estamos demasiado cerca del abismo como para no reaccionar.


EL CINCUENTA POR CIENTO DE PROBABILIDAD

El mismo autor, en la misma obra, nos ofrece pruebas y argumentos que conviene escuchar para no apartar la mirada de la pregunta fundamental: ¿Queremos vivir y en qué condiciones?.

Aquí el resumen de su reflexión sobre la probabilidad del desastre: (1) Estados Unidos se arroga el derecho de librar la guerra a su voluntad, bajo una doctrina de “legítima defensa preventiva; (2) los gastos militares son un extraordinario negocio; (3) las armas nucleares se han convertido en un instrumento atractivo para ganar guerras y apoderarse de recursos en forma rápida y eficiente; (4) la voluntad de Washington para legitimar la bomba nuclear como arma aplicable en cualquier conflicto armado es manifiesta; (5) el antecedente de la crisis de los misiles en los que el mundo estuvo a un pelo del desastre nuclear fue un anuncio concreto de que el holocausto es posible; (6) la probabilidad estimada por los especialistas de un ataque nuclear terrorista contra blancos estadounidenses es de 50%; (7) la postura agresiva del imperio, combinada con sus programas militares, conllevan un riesgo apreciable de fatalidad definitiva; (8) en el contexto de una competencia mundial por la intimidación, el ciclo de acción-reacción entre los “Estados Enemigos” crea un peligro creciente y de potencial incontrolable; (9) la militarización del espacio: Instalación del Escudo Estelar - a la manera de la base espacial de la saga La guerra de las Galaxias - le permitirá a USA aplastar a cualquier grupo en cualquier parte del mundo, aproximadamente en unos treinta minutos; (10) Rusia ya respondió con un drástico incremento de su gasto militar; (11) China, en una política contraofensiva, ya está desarrollando misiles más potentes con cabezas nucleares capaces de alcanzar Estados Unidos; (12) el sistema de alerta no es totalmente seguro y un misil se dispara en cuestión de minutos, haciendo improbable la comprobación y corrección de la señal; (13) centenares de armas nucleares rusas se trasladan por las alejadas zonas rurales de ese país y pueden sufrir el asalto de grupos terroristas para apropiarse de ellas; (14) piratas informáticos terroristas pueden infiltrase en las redes de comunicación militares y trasmitir órdenes falsas de lanzamiento que pueden ser tomadas como estímulos verdaderos.


HACIA EL DESARME

Podríamos decir que la humanidad ahora esta urgida de una cultura común, sistema mínimo de vigencias que le permita la convivencia pacífica y cooperativa a lo largo y ancho de toda la tierra. La propuesta de un nuevo contrato social entre las naciones que asegure un nuevo orden mundial más equilibrado y justo es urgente.

Es recomendable iniciar una seria discusión sobre el reemplazo del sistema capitalista por uno que deje sin piso a los mercaderes de la guerra y verdaderamente impulse el desarrollo humano de todas las naciones, comunidades, etnias y culturas que enriquecen nuestro continente y el planeta.

Es necesario que las organizaciones representativas de la diversidad latinoamericana se manifiesten en contra de la amenaza universal y fatal de la guerra nuclear. ¿Por qué no hacer un llamado a la Unión Sudamericana de Naciones, a la Organización de Estados Americanos y a las correspondientes de México, Centroamérica y el Caribe para que se pronuncien sobre el riesgo nuclear y para que, igualmente, avancen concreta y decididamente en el proceso de desarme de la región?.


LA MARCHA MUNDIAL POR LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA

La cultura de la no violencia activa, como eje político, económico y educativo reconciliará a los géneros, las clases y los pueblos. A su vez, los tratados de paz y la renuncia al recurso bélico para resolver conflictos fronterizos, evitarán que los gobiernos sigan derrochando el dinero en un armamentismo inmoral e inútil, en lugar de destinarlo a la revolución de la salud, la educación y la cultura. Todo esto y más se ha tratado y propuesto en los foros humanistas regionales de Quito (2006), La Paz (2007) y Buenos Aires (2008). Era necesario reiterarlo en un nuevo contexto mundial en el que parece levantarse una nueva esperanza de humanización con la elección del presidente Obama.


Parece haber llegado la hora de construir un nuevo momento histórico humanista. Tal vez nos encontremos entonces, seguro que asombrados, con el alumbramiento espiritual de una nueva civilización latinoamericana. Por esto y como primer gran paso sería bueno apoyar con todo la propuesta de la Organización Mundo sin Guerras para realizar esa gran Marcha Mundial (www.marchamundial.org) por la Paz que se llevará a cabo entre el 2009 y el 2010.

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PRESENCIA MILITAR EXTRANJERA EN EL PERU ES CONTRARIA AL DESARROLLO Y LA INTEGRACION REGIONAL

El arribo de la fragata “Rodney M. Davis”, el 11 de febrero, nos advierte que todo el 2009 la Cuarta Flota estadounidense utilizará los puertos peruanos de El Callao y Salaverry. La Resolución Legislativa Nº 29315, que faculta esta intervención, fue aprobada por el gobierno peruano junto con otras normas exigidas por Washington para poner en marcha el Tratado de Libre Comercio (TLC) que entró en vigencia el 1º de febrero.

La llegada de la mencionada fragata ha sido antecedida, además, por la presencia comprobada de tropas militares estadounidenses el año pasado, so pretexto de lucha contra el narcotráfico y labores humanitarias.

La estrategia de EE.UU. en la región ha apuntado desde siempre a dividir a los países latinoamericanos, promoviendo el bilateralismo, es decir, las negociaciones por separado. El clásico “divide e impera” ha impedido que Latinoamérica, sólidamente unida, fortalezca su poder de negociación frente un mundo globalizado que, sin embargo, se regionaliza, como ha sucedido con la Unión Europea de Naciones.

Es este contexto, es evidente que los gobiernos de Perú y Colombia se han distanciado de la intención de forjar una región integrada con dirección propia, al excluirse del impulso integrador que representa UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas).

Es destacable que tras el desastre financiero y humano del capitalismo globalizador, en EE.UU., especialmente los jóvenes, con la elección del presidente Obama, hayan manifestado que quieren un cambio a favor de la paz y el entendimiento entre los pueblos. Y se espera que el belicismo imperialista del anterior gobierno sea reemplazado por un trato igualitario y pacífico que respete la soberanía de las naciones y promueva el desarrollo humano.

El gasto en armas de Occidente es escandaloso, inconsecuente y genera enorme cantidad de muerte y sufrimiento. Solo con la mitad de ese gasto se resolverían buena parte de los graves problemas sociales y ambientales. Es urgente además tomar conciencia que el riesgo nuclear ahora es más alto que nunca, con la estrategia de guerra preventiva desarrollada por Washington, con más naciones nucleares en conflicto (Israel, India-Pakistán) y más posibilidades de accidentes (como el reciente choque de dos submarinos cargados de armas nucleares, uno de Gran Bretaña y el otro de Francia).

No es yendo contra la Constitución del Perú (Art. 175) para “legalizar” la ilegítima presencia de fuerzas militares extranjeras - agudizando con ello los conflictos de la región - como se preparan los caminos de paz y equidad que requiere Sudamérica para avanzar y ser parte de la futura Nación Humana Universal. Este camino solo se podrá recorrer deteniendo la carrera armamentista en nuestra región y redestinando esos recursos al desarrollo.

Por todo lo anterior: 1) exigimos la total retirada de la fuerza militar extranjera en el Perú; 2) exhortamos a los gobiernos latinoamericanos a firmar tratados de paz que obliguen a un proceso supervisado de desarme progresivo y proporcional; y 3) convocamos a todos los ciudadanos a adherirse a la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia que impulsa el Humanismo Universalista a través de la organización Mundo sin Guerras (mundosinguerras.org), acción ciudadana que creará conciencia sobre la importancia de superar el riesgo nuclear, la guerra como método y toda otra forma de violencia.

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